YAŞAR KEMAL: LOS KURDOS RECLAMAN SUS DERECHOS HUMANOS
LOS
KURDOS RECLAMAN SUS DERECHOS HUMANOS
[publicamos a continuación un amplio extracto del largo artículo que Yaşar Kemal publicó en 1992 al enterarse del asesinato de su amigo Musa Anter. Se trata de un vibrante alegato a favor de la paz, la democracia y el reconocimiento de la diversidad y los derechos humanos para el pueblo kurdo, que nos ha parecido sigue siendo de actualidad en Turquía, pero también en el Oriente Medio desgarrado por la guerra y las luchas étnicas y confesionales.]
Yaşar Kemal, Cumhuriyet semanal, 2 de octubre de 1992
Estaba tal vez equivocado. Era incapaz de
pensar que pudiera existir alguien, por sanguinario, torturador o verdugo que
fuera, capaz de atacar a alguien como Musa Anter.
Conocí a Musa Anter cuando yo debía de
andar por los veintitrés años, y nuestra amistad se mantuvo desde entonces. Fue
alguien que siempre mantuvo una visión optimista del mundo. Hasta en los días
más oscuros, de mayor opresión, siempre estaba radiante, esperanzado y firme en
sus convicciones. En la persona más infame siempre encontraba su lado positivo
y se esforzaba en comprenderla y amarla por ese lado positivo, por reducido que
fuera. En medio de las tinieblas más profundas, se afanaba en buscar y acababa
encontrando una luz, y en medio del pesimismo más acendrado transmitía
esperanza.
Nunca
fue racista.
Pertenecía a un pueblo que, pese a haber
pasado por tantos sufrimientos y persecuciones, nunca ha sido vencido por la
opresión, el dolor y las humillaciones. Encarnaba el prestigio y el honor de
quienes no han sido vencidos ni doblegados. Su excepcional personalidad se
asentaba en el orgullo de no haber aceptado nunca la sumisión. Creía en la
cultura de su pueblo y creía también que contribuía a la cultura universal.
Nunca fue racista. Nunca confundió el racismo con el nacionalismo. Fue socialista
y demócrata hasta el final. Los kurdos lo llamaban Apo Musa, Tío Musa. Era un
hombre dulce. […]
Como los que han reducido a ruinas la
ciudad de Sırnak
Quienes lo han matado, los que han
inducido su muerte, han hecho mal. Quienes lo han matado, los que han inducido
su muerte han hecho daño también a Turquía. Como los que han atacado la ciudad
de Sırnak y la han reducido a ruinas, como los que han provocado un baño de
sangre en Göle. Como los que han convertido la Anatolia oriental en un lago de
sangre. Han hecho daño a Turquía. Quieren acabar con ella. [...] Turquía no
debería atacar una ciudad de veinte mil habitantes. Eso es propio de dictadores
sanguinarios, conquistadores de países y genocidas. Turquía no debería seguir
ese camino. No deberíamos manchar nuestra frente con esa mancha negra cuando
estamos a punto de entrar en el siglo XXI. Siglo en el que la humanidad no
puede ya aceptar esta clase de actos inhumanos y tampoco perdonarlos. […]
Por el amor de nuestra fraternidad
milenaria, en nombre de nuestra fraternidad futura, detengamos este engranaje
ahora que el camino esta aún cerca, que aún no se ha producido lo irreparable.
No es tan difícil poner de acuerdo a turcos y kurdos. La mayor dificultad
reside en la opresión que desde hace setenta años martiriza al pueblo turco y
al pueblo kurdo. Quienes nos infligen esta calamidad son los herederos de
aquellos opresores sin escrúpulos.
La tierra de Anatolia es fértil
La tierra de Anatolia es una tierra
fértil donde la tolerancia, la fraternidad y la democracia pueden desarrollarse
y sus diferentes elementos pueden fusionarse.
Muchos preguntan qué es lo que quieren
los kurdos. Yo lo sé muy bien. Sé lo que quieren los Musa Anter, lo que quiere
el pueblo kurdo. Para este siglo, no es tanto lo que piden. Piden usar
libremente su lengua. Algunos dicen, ¡pues si ya la hablan! Claro que la
hablan. ¡Aunque generales gloriosos habían prohibido hablarla! Generales
gloriosos y patriotas…
La libertad de la lengua no reside solo
en su empleo oral. […] Para existir, la lengua de una comunidad debe tener sus
propias escuelas. Desde la escuela primaria hasta la universidad. Tiene que
haber academias, institutos e instituciones lingüísticas. […]
El mundo es un jardín de cultura de mil
flores. Cada flor posee un color, una forma y un perfume que le son propios. Si
una de esas mil flores falta, la cultura humana se empobrece por la falta de un
color, un perfume. […]
Si la cultura y la lengua kurda hubieran
sido toleradas, estas dos culturas que se han desarrollado sobre la misma tierra
y que respiran el mismo aire, ¿acaso no se alimentarían mutuamente y se
desarrollarían plenamente? […]
Creo que no hay en el mundo dos pueblos
que están tan unidos entre sí, como el cuello y la camisa, que desde hace mil
años viven en fraternidad, como el pueblo turco y el pueblo kurdo. ¿Por qué
entonces este conflicto?
Es una cuestión de democracia, y nada
más. Y también de racismo. Un problema de fanatismo, de incapacidad para captar
la realidad del mundo actual.
Los kurdos reclaman sus derechos humanos.
También quieren que los gobiernos concedan al este al menos la décima parte de
las inversiones que conceden al oeste. Porque, dicen, la patria también es
aquí. Hermanos patriotas, ¿habéis comprendido lo que quieren los kurdos? […]
También se dice que si se conceden a los
kurdos los derechos humanos, acabarán exigiendo la independencia. Y, si no se
les reconocen, ¿acaso no van a poder exigir igualmente su independencia? ¿Acaso
no estarán entonces más cargados de razón a ojos de la humanidad? […]
Cada día que pasa, esta guerra estúpida,
esta guerra sucia, nos sale muy cara. La guerra de guerrillas, como prueban
experiencias similares por todo el mundo, no cesará fácilmente. No se detendrá.
Claro, algunos retrasados mentales proponen el genocidio, como los que afirman
que no volverá a crecer la hierba en el monte Cudi o que Sırnak es solo el
comienzo.
Pero es imposible matar a los quince
millones de kurdos que viven en el país y tampoco hacerles renunciar a sus
derechos humanos. No existe ninguna manera, ni el terror ni la persecución ni
la muerte, para obligar a que las personas que están dispuestas a morir por
ello, renuncien a su identidad. […]
No entremos en el siglo XXI con las manos
manchadas de sangre. No entremos en el siglo XXI con matanzas fratricidas. No
entremos en el siglo XXI con la mancha negra de la sangre fratricida sobre
nuestra frente. No entremos ocultando la cara avergonzados ante la humanidad.
En el siglo XXI la humanidad será aún más vigilante con los derechos humanos y
la protección de la cultura. El mundo se ha vuelto muy pequeño. Desde el otro
lado del mundo pueden pedirte cuentas por las humillaciones y las persecuciones
que has hecho sufrir aquí a las personas que privas de sus derechos.
En nuestra época, el honor mayor de un
país es ser gobernado por la democracia. ¿Y cómo vas a construir la democracia
privando de sus derechos a quince millones de personas? […]
¿Seremos capaces de amar nuestro país
como Musa Anter? ¿Y la democracia? Saldremos del atolladero. Porque confío en
los Musa Anter de este país, sean turcos o kurdos o de otro origen: ¡vivan los
Musa Anter, los tíos Musa!
Musa Anter nació en 1920 en la provincia
turca de Mardin, en el sudeste de Turquía. En total, pasó más de once años de su vida en la cárcel. Colaboró en revistas
kurdas: Welat («Patria»), Ülke («País»), Özgur Gündem
(«Agenda libre») y Özgur Ülke («País libre») y publicó varios libros:
Herida negra, Mis memorias (2 vols.), un Diccionario kurdo...
En 20 de septiembre de 1992 fue
secuestrado en Diyarbakır y asesinado de un tiro por un grupo paramilitar relacionado con los servicios secretos del Estado turco.
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